PULSO SINDICAL EXTRA Nº 18
EL QUE NACIO DOS VECES
EL QUE NACIO DOS VECES
A los caídos en el campo de prisioneros del Cerro Chena, en San Bernardo.
Mi recuerdo y el compromiso de seguir junto a la clase
trabajadora.
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Había salido temprano el sol ese 3 de octubre de 1973.
El dolor recorre todo el cuerpo, pero sentir como el sol
traspasa la ropa y abraza, es una sensación maravillosa.
No se puede ver la caída del fuego vivificador, la
apretada venda lo impide, pero está ahí, encaramándose por el cielo desde la
cordillera, rompiendo por entre todos las rendijas del campo de prisioneros,
avanzado sin prisas en su camino hasta el mar, allá lejos tras las espaldas de
los presos y del cerro.
Abajo se escucha el motor del vehiculo que trae a los que
torturan. Se contrae involuntariamente el cuerpo, como cuando se recogen en si
mismo los chanchito de tierra.
Algunas carreras por el sector, la orden de ¡Silencio! y a tomar
la posición de preso.
¿Como estarán los padres y hermanos, los amigos del barrio y de
colegio y esos vecinos que no han dejado de preguntar si hay alguna novedad y
que luego se retiran con la vista pegada al piso?,
Han de ir perdiendo, con cada hora que pasa, la esperanza
de volver a vernos. Lo mismo nos pasa a quienes estamos aquí, invisibles
para todos excepto para nosotros mismos,
No es necesario ver, para entender que se aleja inexorablemente
la vida.
¿Volveremos a ver con tranquilidad la luz del día, las
luminarias y las sombras de la noche, dar y recibir abrazos, besar y acariciar
en la intimidad?
Se detiene el vehiculo.
El sonido seco de las botas de los que viajan en la parte de atrás
al golpear el suelo, es la señal de que comienza otro día interminable de
golpes y torturas, de necesidad de agua, ansiedad por alimentos, carencias que
satisfaremos al fin del día con un banquete de cáscaras de naranja.
¿Será hoy mi turno de pasar por los siniestros cuartos, ubicados
al costado norte de este centro clandestino de detención, o deberé escuchar los
gritos de dolor y las suplicas de los que hasta ahora me han antecedido?.
Como pasa de lento el tiempo, los tipos han llegado, los gorilas
han llegado, los animales salvajes han llegado, pero parece ser que nada se
mueve.
Por que este silencio?
Que sucede mas allá de la sucia venda que enceguece?
Un rugido, la voz de la bestia, rompe la mañana y silencia a los
pájaros.
Desaparece el sonido monótono y eterno, que indica el paso de la
electricidad por los cables de alta tensión que están por allí arriba, sobre
nuestra cabezas.
¡De pie los prisioneros!, es la orden.
¡Manos en la nuca y silencio. No los quiero oír ni respirar
mierdas..................Si lo hacen, se mueren!!.
Y ahí estamos, vista al frente sin ver, sin saber
quien está adelante, al lado o detrás de cada uno de nosotros.
Solo el paso cansino de los que vigilan, metralla en mano. Dispuestos
a todo por si esta tropa de subversivos ciegos, cubiertos de llagas y con sus
músculos agarrotados, se decide a atacarlos.
Silencio.
Quejidos débiles.
Es tanto el silencio, que semeja una explosión el golpe que
recibe aquel que osó quejarse y fue escuchado.
Se doblará, enroscará en si mismo, lentamente. Si le quedan
fuerzas pondrá una o las dos rodillas en tierra. Buscará con desesperación aire
para beberlo en abundancia, y comenzar a levantarse.
Si no puede hacerlo y cae al suelo, las botas le recorrerán
entero, hasta saciar su hambre.
Lo tomarán bruscamente del pelo, de cualquiera parte de su
cuerpo y lo volverán a la fila.
Un nuevo quejido casi imperceptible, da cuenta de su derrota en
este desigual combate.
Los pasos se repiten y retumban en los oídos.
Suenan como esos míticos pasos de los monstruos de nuestra
infancia, o aquellos gigantes buenos que ayudaban a cumplir los sueños.
Las manos tomadas por detrás de la nuca comienzan a pesar, con
cada segundo que transcurre. Lentamente y sin aceptar la orden, se separan los
dedos.
Por mucho que se quiera tener la fuerza de un titán, ellos, los
dedos, terminan deshaciendo el nudo que se habían juramentado no romper.
Cuanto tiempo llevan tomados?
Minutos, horas?.
No importa cuanto. Aunque el cerebro les ordena no soltarse,
porque sabe lo que viene después de esa separación involuntaria, no hacen caso
y se abren.
En el mismo momento en que los dedos toman caminos diferentes,
un golpe seco en las costillas o en la boca del estomago, deja claro que
siempre alguien observó al que no ve, para golpearlo e indicarle que el poder
de la vida y de la muerte está en sus manos,
El arma que golpea a unos y a otros es la misma y sin embargo
los quejidos, los gritos son distintos.
Es Manuel, es Ricardo, es Joel, los que se llevaron ayer tarde y
fueron hacía cuesta Chada, es Ramon, es
Adiel, es Raúl.
Silencio.
El señor de las tinieblas ruge de nuevo.
¡Los nombrados darán un paso al costado!
Que pasará con los otros?.
Es lo que se deben haber preguntado todos los que están con sus
manos en la cabeza en ese momento.
Comienza la lectura.
Un apellido y después el nombre.
Pies que se arrastran.
Ni una palabra, solo respiración entrecortada y pies que se
arrastran.
Son los que se van?, pensaran todos cuando escuchan nombrar a
uno.
Hay tortura mas grande que esta?. Decenas de hombres agotados, carentes de todo salvo de las ganas de vivir, yacen pendientes, expectantes del próximo nombre, sin saber si el llamado compra pasajes a las tinieblas o a la luz.
Hay tortura mas grande que esta?. Decenas de hombres agotados, carentes de todo salvo de las ganas de vivir, yacen pendientes, expectantes del próximo nombre, sin saber si el llamado compra pasajes a las tinieblas o a la luz.
Y sin embargo todos, sin excepción, esperan ser el próximo
apellido y nombre
Continúan de pie, sosteniendo unos a otros a esos dedos
adormecidos, que quieren descansar junto a todo el brazo, a un costado del
tronco.
Que hora es?, se preguntan cuando ya no escucharon mas nombres
ni apellidos. No fueron llamados.
Siguen parados ahí, las lágrimas corren por esas barbas de
varios días. Seguro que la venda se empapó y ya no pudo contenerlas.
Unos dicen oraciones, se entregan a sus dioses y santos. Invocan
el perdón para los martirizadores.
Otros buscan explicación, una razón, una sola, del porque tanta
maldad, Reafirman su convicción en que el hombre será libre cuando se desprenda
de sus lastres y esa libertad permitirá sembrar y distribuir con igualdad los
frutos
Vamos a morir, dicen todos sin hablar.
Gritando en silencio se despiden de la vida, del amor.
Se abrazan invisiblemente los nombrados y los ignorados.
Sea lo que sea que venga ahora, unos y otros descansarán por fin
al terminar el día.
Caminaran por calles desiertas, buscando los brazos de aquellos
que ya van perdiendo las esperanzas, cuando es ya 3 de octubre y hay sol.
O bien recibirán un tiro en la cabeza o muchos en distintas
partes del cuerpo, hasta que nada más que el silencio reine.
No habrá más golpes. Todos saben que la libertad esta cerca, a
unos pasos. Aunque esa libertad será para unos la vida y para otros la muerte.
Largo tiempo transcurre, lejana las notas de un tema musical de
moda, gritos que se pierden, los cables de alta tensión que parecen haber
recuperado todo su poder, braman en las torretas.
Ahí adentro, en el costado norte de la casa de techo colorado o
la casa blanca como será recordado por siempre este lugar del Cerro Chena en
San Bernardo, repiten las mismas preguntas.
Se sigue jugando al gato y el ratón, solo que el roedor continúa
amarrado y con venda en los ojos.
Será el quien va a encontrarse con la muerte?
A las 15 horas mas doce minutos, cae de bruces al suelo, esta
mojado.
Es agua o sangre?
Sigue vendado pero sus manos están libres de ataduras.
Acaricia el pasto y los arbustos pequeños que parecen rodearlo.
Respira ansioso, tanto que se ahoga. Resopla y comienza de nuevo.
Se estira cuan largo es y rasga los restos de ropa que le cubren
el torax.
Los músculos se distienden y aunque tiene dolor se estira de
nuevo, una y otra vez.
Esta dolido, sucio, pero se percibe entero.
Será agua o sangre lo que aún le recorre el cuerpo?
El pecho adolescente recibe directo, desde las alturas, el
abrazo del sol, que lo toca, lo cubre, lo acaricia, lo adormece.
Es uno de los que se va, al menos de allí. Parece un parto.
Es el parto de la vida.
Sin volver a las entrañas de la madre, vuelve a nacer.
Llora y se entrega al sol. No sabe si está mojado por el agua o
la sangre, pero percibe que este sol le va secando.
Pasadas las 6 de la tarde de ese 3 de octubre le tocó volver al
mundo. Paradojas de la vida, debió gritar vivas a los que lo habían flagelado física
y mentalmente.
La noche estaba encima de ellos. La pesadilla
tenía aún un capitulo por desarrollar, y pese a que la parca cobró todavía otras vidas,
fueron 3 los que volvieron a ver el sol ese 4 de octubre de 1973.
Amanecieron en "libertad".
Todavía hoy da gracias por eso y no ha olvidado a los que fueron
nombrados y no volvieron a ver la luz.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE
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