jueves, 26 de octubre de 2017

PULSO SINDICAL EXTRA N° 27

PULSO SINDICAL EXTRA N° 27

La organización que presido con orgullo, cumple 36 años el 31 de Octubre y la saludo desde este Pulso Sindical, que es leído y distribuido por miles de compañeros. 36 años de compromiso total con la clase trabajadora y sus aspiraciones. Años de esfuerzo y sacrificio de muchos, que se ven engalanados con logros concretos en todas las áreas del trabajo sindical. Deportes, Recreación, Cultura, Formación y Capacitación, Actividades con los Asociados.
No hay espacio donde no hayamos trabajado y los logros obtenidos en este tiempo son producto de nuestro esfuerzo, de todos los que fuimos y somos  CTGACH, COTIACH, MOSICAM y hoy CGT. Ciertamente nos equivocamos más de una vez en todo este tiempo, pero supimos rectificar. Fuimos perseguidos y discriminados por no aceptar órdenes de nadie. Nos intentaron silenciar por llamar las cosas por su nombre, pero nada nos doblegó.
Tuvimos y tenemos el cariño de miles de compañeras y compañeros a lo largo de nuestro país.
Aprendemos de los éxitos y los errores, es lo que nos permite entregarnos  con más fuerzas a la lucha de nuestra clase y eso no variará por muchos años que pasen.

Nuestra mayor fuerza ha estado radicada en la negociación colectiva. Tenemos claro que el objetivo final es el cambio de sociedad porque ésta en la que vivimos no respeta nuestros derechos humanos, pero no olvidamos ni por un momento que la lucha por mejoras económicas es el primer pasó que deben dar los trabajadores para su dignificación.
Por eso trabaja nuestra organización desde su fundación y así lo seguirá haciendo.

Preparamos a nuestros dirigentes nacionales y de base para que enfrenten sin temores el proceso de negociación colectiva.  Confiamos plenamente en el respaldo y apoyo de economistas, abogados y profesionales relacionados, pero estamos claros que esta lucha de mejoramiento económico es de los trabajadores. Ellos deben estar preparados para confrontar a los dueños del capital en los terrenos en que ellos quieran medirlos. Valoramos y promovemos la conversación, el dialogo y la búsqueda de acuerdos, pero no en base a la sumisión sino amparados en la certeza de que las demandas de los trabajadores son  justas y deben ser respondidas como corresponde.
En cada dirigente de nuestra organización hay disposición, fraternidad, solidaridad.  Una profunda convicción de que para terminar con el abuso  del capital se requiere de trabajadores dispuestos a hacerle frente. No vamos a cambiar sino profundizar nuestra acción.

Los fundadores de nuestra organización fueron valientes. Pusieron en riesgo su vida y la de sus familias para levantar un instrumento que no descuidara los 3 pilares que ellos definieron como principales, para sacar a los trabajadores de su desesperanza.
EDUCAR a  dirigentes y socios es una cuestión prioritaria. Solo conociendo de leyes y normativas pueden los trabajadores construir su estrategia y no caer en el derrotismo cuando por razones diversas los resultados no son los mejores.
Dirigentes y trabajadores deben tener claro que sin ellos las empresas no funcionan. Que es su esfuerzo el que genera las ganancias del patrón y que parte de esa ganancia debe volver a las manos de quienes la generan.
ORGANIZAR será menos complejo, cuando los que deben reclamar por sus derechos se educan en ellos y construyen instrumentos para ese objetivo.
No somos neutros en nuestra gestión. Aspiramos a que los trabajadores se reconozcan como clase y para ello deben construir poderosas organizaciones, independientes y autónomas.  Esta clase trabajadora tiene que asumir de una buena vez, que solo ellos y sus pares pueden aspirar a cambiar la sociedad abusadora y discriminadora en la que viven.
Hay que sindicalizar a todos, combatir con fuerzas la campaña antisindical que mantienen la mayoría de los dueños de empresas.
LUCHAR por lo que son nuestras demandas es un deber, una obligación a la que no renunciamos, teniendo claro que para la victoria se requiere de una conciencia a prueba de todo.
No se cambia esta sociedad solo con buenas intenciones. Hay que trabajar en forma constante  sin permitirnos bajar la guardia cuando haya fracasos.
Lucharemos por lo nuestro con todos los instrumentos de que disponemos.

EDUCAR, ORGANIZAR, LUCHAR, es la trilogía con la que nació nuestra querida organización y que nos hemos esforzado en mantener vigente durante estos 36 años. Eduardo Lara, Luis Lira, Pedro Macaya, Elisa Figueroa, Sergio  Baeza, Ivan Llanos, Carlos Chandia, Angel Catalan, Olga Hernandez,  Alejandro Sotomayor, Samuel Moya, Galvarino Arqueros, Arsenio Angulo, Manuel Caro , Juan Villaman, Francisco Venegas, Juan Muñoz y muchos más que están en nuestros corazones, nos educaron con estos principios y hemos puesto todo el esfuerzo por traspasarlos al actuar diario de cada sindicato afiliado.

Desde Viña del Mar, Talca, Chillan, Puerto Montt y Santiago provinieron las organizaciones que constituyeron la CTGACH, desde entonces hemos ganado y perdido sindicatos en muchas ciudades, aunque crecemos y crecemos. Contamos con sede propia y todo nuestro actuar es financiado con nuestros propios recursos, que provienen de la cotización de los trabajadores.
Hemos sido inflexibles en cuanto a que la organización es de los trabajadores y nadie ajeno a ellos, puede pretender indicarle su camino.
Ha sido complejo, difícil, pero estamos orgullosos de ser independientes y autónomos.

Tuve el alto honor de recibir las llaves de nuestra sede propia - que está y estará dispuesta para apoyar el trabajo de todos los clasistas - y hoy, 25 de Octubre de 2017, he encabezado la ceremonia de inauguración de nuestras cabañas en el Centro Recreacional que lleva el nombre de Rene Rosales Peña.
El compañero Rene fue un obrero gastronómico que lo dio todo por su organización y que, como muchos en distintas organizaciones, no fue reconocido como correspondía por sus pares.
Es gracias al trabajo de  los miles y anónimos Rosales Peña, que nuestras organizaciones siguen educando, organizando y luchando.
Ciertamente que la alegría y satisfacción en los rostros de nuestras compañeras y compañeros dirigentes mientras recorrían el lugar, es reconocimiento de que hemos hecho y estamos haciendo lo correcto, pero aprovecho la ocasión para pedir publicas disculpas a la familia del compañero Rene Rosales en nombre de nuestra organización, por demorar tanto en reconocer su entrega.

Soy un dirigente sindical con muchos años de gestión, pero tengo la fuerza del primer día. Fuerza y convicción que me trasmitieron mis compañeros ferroviarios allá en el Cerro Chena en 1973, que me inculcó mi abuelo, y que aprendieron a tolerar mis padres a quienes hice sufrir en demasía.
Un orgulloso dirigente de mi organización, comenzando el proceso de pasar a la retaguardia sin que eso signifique, ni por un momento, que me alejo o dejo de cumplir con mi compromiso clasista.

Viva el 36 aniversario de la CGT  


MANUEL AHUMADA LILLO

Presidente C.G.T CHILE

miércoles, 4 de octubre de 2017

PULSO SINDICAL Nº 343
DEL 16 DE SEPTIEMBRE AL 03 DE OCTUBRE DE 2017
                                                                                             
Elegir el 3 de Octubre para fijar el cierre de este Pulso no es algo antojadizo, se vincula a una de las etapas más duras y bellas de mi vida. No se ve bien hablar ni escribir en primera persona, pero cuando hay hechos que trascienden al tiempo y que explican la posición y conducta asumidas, bien vale por una vez dejar de lado el colectivo y exponerlos.

El 3 de Octubre de 1973, hace 44 años, volví a recibir los pinchazos del sol en diferentes partes de mi cuerpo y sentí que me volvía a la vida. Ese día comenzaba como todos los  días de las últimas semanas para las decenas de prisioneros que yacían en “la casa del techo rojo”, el campo de prisión y tortura montado por el Ejército en el Cerro Chena de San Bernardo.
Con puntualidad nazi llegó el vehículo de los torturadores. Escuchábamos el motor a cientos de metros y sabíamos que comenzaba un día más de dolor.
Hace solo algunas horas, en la tarde del 2 de octubre se habían llevado a nuestros hermanos campesinos de Paine. No están en este 3 de ctubre el Colmillo ni el valiente Nuñez. Cada hora que pasa se estrecha más el lazo sobre nosotros, pero no pudimos intuir que este día se romperá todo, definitivamente.                                                                                                                Después de los pasos que subieron el pasadizo de latón, silencio. Interminables minutos en que solo nos acompañan el respirar agitado de alguno, las toses que ya se han hecho una constante y el sonido de la electricidad pasando sobre nuestras cabezas, en los cables de alta tensión.                                                                                                                                    ¡¡Formar!!es la orden. Nos sacan a culatazos de los lugares que ocupamos, para reunirnos en el centro de la casa. No importa la edad ni las condiciones en las que nos encontramos, todos debemos poner las manos en la nuca y mirar hacia delante, más allá de esas vendas que nos impiden mirar al que ordena y a los que vigilan. Formar, dicen, y ahí nos dejan.                                                   De cuando en cuando se siente un golpe seco y se escucha el quejido del que fue golpeado. Es que se han de haber caído sus brazos, que pesan una tonelada después tanto rato cruzados detrás de la cabeza. ¿Minutos, decenas de estos, horas?, que importa. Estamos ahí de pie, vendados, sufriendo de calambres, sin saber si nos espera la libertad o el cadalso.                                                                                                                                        
¡¡Atención!! grita el de las ordenes. Los que sean nombrados levantan su mano y serán sacados hacía un costado.                                                                                                        Gonzalez, Castro, Monsalves, Vivanco, Morales, todos los ferroviarios que suman 11, Viera – el flaco que habían llegado hace un par de días – Solar Miranda el que quiere ver a su hijo pequeño, y otro , luego otro y otro más. Han de haber sido entre 30 y 40 los que arrastran sus pies mientras los sacan de la fila.                                                                                       Son los que van a soltar pienso, y me pongo a llorar, imperceptiblemente para que no vayan a golpearme. Ellos se van y a nosotros nos matan. Otro sollozo ahogado percibo a mí derecha, un cuerpo que cae al suelo aquí cerca de donde estoy. Ahora sí que nos matan.                                                                                                   Alguien coloca un manojo de llaves en mis manos, las siento. “Manolito, llévelas a la casa mijo”. Es la voz inconfundible del Conejo, Manuel Gonzalez Vargas, mi maestro de perifoneo callejero, compa de marchas y de casa a casa.                                                                                                                                            Un golpe seco - seguro en la cabeza - ¡¡a tu lugar mierda!! brama el carcelero y lentamente los pasos se pierden hacía algún lado, junto con las llaves de la casa de Manuel.
Al final de la tarde, la situación es algo distinta  para los no nombrados.                                             Nos han sacado en calidad de bulto desde la pequeña sala, para tirarnos sobre la hierba fresca de primavera que crece afuerita de la casa del techo rojo.                                                                         El último interrogatorio no ha tenido golpes, solo amenazas. Cuestiones baladíes, nombre completo, domicilio, lugar de estudio. ¡¡Cuidado con meterte en algo, siempre te estaremos vigilando, te vas solo porque no hay pruebas, etc. etc.!!                                                               Después vino la espera, el silencio roto solo por el sonido del viento, los camiones, uno para la treintena de prisioneros, otro para los fusileros. Desde el campo de prisioneros de Chena a la Panamericana hacía el sur. Luego de algunos minutos los camiones se salen del camino hasta quedar a unos 100 metros de la calle Ochagavía y nos ordenan caminar hacia ella. La orden de quitarnos las vendas es dada a voz en cuello, Temerosos, obedecemos. Unos y otros podemos ver las condiciones deplorables en que estamos, algunos apenas se sostienen en pie. Resuena de nuevo la voz, hay que cruzar la calle y apoyarse de espaldas en el muro. Cuando estamos en eso comienza el tiroteo, balas que pasan sobre nuestra cabezas, algunos caen de rodillas otros se desmayan. Los que disparan se ríen, parten los camiones. Se van.
Ahí quedamos, 30, quizás 40 seres humanos, sin un alma cerca porque el toque de queda comenzó hace ya bastante rato, sin saber qué hacer ni hacía donde ir. Solos en la noche apenas iluminada de la calle Ochagavia.                                                                                                 Han pasado algunos minutos y se percibe que se acerca un helicóptero, mientras desde el lado sur de Ochagavia se acercan hacía nosotros 2 grandes focos que iluminan todo el espacio entre ellos y nosotros. No hay una orden de refugiarse, solo corremos hacía todos lados, como lo hacen  las hormigas cuando perciben peligro. Las ganas de vivir nos llevan a donde guarecernos.                                                                                                                                 Tres los que hemos caído en una acequia profunda de fétidas aguas. Los camiones pasan, se escucha el sonido de los tiros, algunos gritos a lo lejos – hacia la Avenida  Lo Espejo – y de nuevo el silencio. Salimos de la zanja mojados y temerosos, esperamos casi sin respirar el termino del toque de queda. Un guardia de una obra en construcción nos pasó una manguera con agua y unos pesos para tomar el microbús hacia San Bernardo.
44 años desde entonces. Una nueva vida que la he dedicado completa al sindicalismo y con eso honrar el compromiso hecho con mis compas ferroviarios ese 29 de septiembre de 1973. ¿Servirá de algo este testimonio a las 2 compañeras que respondiendo al Pulso anterior se limitaron a escribir “más de lo mismo”?.                                                                                                 Y es que es cierto, más de lo mismo, y se debe hacer por siempre, año tras año, porque si no hay castigo ejemplar, al menos la condena moral perseguirá a los asesinos y sus cómplices por toda la vida.                                                                                                                                                        Dije al iniciar este Pulso que me abrumaba un poco escribir en primera persona. Si lo hice es porque lo viví y nadie puede decir que exagero o que miento.                                                              Allá quedó el cerro, manchado con la sangre de ignorados héroes populares, aquí estamos los que no hemos bajado las banderas, los que no negociamos con los asesinos de nuestros hermanos, los que seguimos creyendo en que la lucha contra el capital nos entregará alguna vez la victoria para construir esa nueva sociedad, la misma que no alcanzaron a ver concretada  nuestros hermanos. No hay perdón. No hay olvido.

MANUEL AHUMADA LILLO