PULSO SINDICAL Nº 350 DEL 0I AL 15 DE ENERO DE 2018
Un abrazo afectuoso a todos los trabajadores,
hombres y mujeres que siguen convencidos de que encontraremos el camino de la
victoria.
La clase trabajadora es invencible. Solo debe
reconocerse en si misma y actuar.
SEGUNDA PARTE
SOLO CON
ORGANIZACIÓN SE CONQUISTAN DERECHOS
Los
trabajadores tenemos entonces 2 grandes desafíos.
*Reconocernos
como parte integrante de una clase y entender que como tal tenemos deberes y
derechos.
*Entender que
tenemos un adversario que recibe como nombre empleador o patrón, quien por la
vía de la presión psicología y/o física busca limitarnos, cuando no anularnos,
utilizando para ello todos los instrumentos que la sociedad de clases le
permite, instrumentos entre los que se cuentan las leyes laborales, la
dependencia financiera, los medios de comunicación, la coerción.
El principal
deber de los trabajadores es educarse. Solo conociendo su entorno pueden
entender que deben cambiarlo. Es la educación lo que le permitirá ir conociendo
sus derechos y le llevará a preguntarse como reclamarlos.
Con educación
entenderá la diferencia entre el reclamo individual y el colectivo. Comprenderá
que uniéndose a otros como el pueden generar una gran fuerza.
Se dará cuenta
que ellos son lo más importante en la empresa o lugar donde trabaja.
No basta saber
que llueve y que la lluvia cae de arriba hacia abajo. Hay que conocer qué es lo
que provoca la generación de las nubes, que hace que estas sean acumuladoras de
lluvia y porque la lluvia cae en un momento y no en otro.
Si conocemos
todo el proceso podemos llegar incluso a resolver como le sacamos el mejor
provecho a esa agua que cae.
Es la
educación, el conocimiento, lo que llevará tarde o temprano a los abusados a
reconocerse como tales y a buscar respuestas de cómo enfrentar esta adversidad,
que es provocada por la voracidad del dueño del capital, a quien no le interesa
el ser humano sino solo lo que produce.
Tengamos
presente lo siguiente. El trabajador no sabe o se resiste a entender que es parte de una clase. Si no se le apoya,
puede que alcance a intuirlo pero, al carecer de herramientas, no podrá llegar a
concluir en cómo cambiar el estado de las cosas.
Será fácilmente
neutralizado por su contraparte, que cuenta con miles de herramientas para
hacerlo.
Quien debe
entregar educación al trabajador es la organización. Y aunque han cambiado
bastante las cosas desde que se construyeran los primeros instrumentos,
seguimos creyendo que esa organización se llama Sindicato. Podrá ser de
empresa, de interempresa, comunal, regional, por sector económico, no importa
el nombre que tenga ni donde nazca, solo debe tener claramente definido su rol.
El sindicato
es, entonces, un instrumento para educar a los trabajadores y ayudarlos a
luchar por mejoras económicas y sociales. No obstante no podrá quedarse solo en
eso.
Desde el
Sindicato se aprenderá a conocer la sociedad en que vivimos, una sociedad de
clases, razón más que suficiente para aspirar a cambiarla.
No hay que
temer tomar posiciones en esta lucha, es una obligación hacerlo. Queremos un
mundo distinto para los nuestros y eso no se construirá con dudas ni conciliaciones.
LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES
Antes de que se
determinara el concepto económico “fuerza de trabajo”, se explotaba por igual a
hombres, mujeres y niños. La diferencia solo radicaba en las formas.
Claramente en
la esclavitud y el feudalismo, los golpes e incluso la tortura para conseguir
el objetivo, iban de la mano. Los privados de todo no tenían derecho siquiera a
pensar, menos reclamar mejoras. Solo se les alimentaba y entregaba techo para
que se reprodujeran.
La respuesta
fue la rebelión. El castigo que se infligía a los alzados era brutal, buscando
sobretodo amedrentar a los que pensaran en algo similar a futuro.
En esos
sistemas era poco probable la organización y sin embargo se daba. Ya impulsada
por las carencias, ya impulsada por la necesidad de apoyo.
Las primeras
agrupaciones de trabajadores tienen antigua data, fijándose como fechas
probables, 2.000 o más años antes de la era cristiana, principalmente en Egipto
y Mesopotamia, al inicio de la era cristiana en Roma.
Son las
llamadas asociaciones o colegios. Se trata de agrupaciones por oficios, de
carácter mutualista y cuyo objetivo era apoyar a quienes las integraban.
Flautistas, curtidores, herreros, tintoreros, zapateros y otros oficios, que se
entregaban a la protección de una divinidad y establecían ayudas en caso de
enfermedad y muerte.
Hacia el siglo
XI aparecen nuevas asociaciones en Alemania e Inglaterra, bajo el nombre de
guildas. Las hay religiosas, sociales, de artesanos y de mercaderes. Su rasgo
característico es la comunidad de esfuerzos y la estrecha alianza de los
trabajadores entre sí.
Avanzó la
producción de bienes y mercancías de manos de los artesanos. Comienza el
desarrollo de los oficios y se instala una división jerárquica, maestros,
oficiales y aprendices. Sin embargo los maestros se las ingenian para impedir
el desarrollo de los oficiales y los aprendices. La organización se similar a
los asociaciones y colegios antiguos, aunque se les conoce como corporaciones.
En estas participan los maestros, quienes se asignan para si el funcionamiento
de las mismas. Administran los recursos,
buscando mantener el carácter mutualista de sus orígenes.
Son los
llamados oficiales, que con el tiempo adquieren el nombre de obreros, los que
comienzan a darse una organización que va más allá de la acción mutual y
demandan derechos, recurriendo algunas veces a la huelga. Los primeros derechos
demandados por los oficiales organizados independientemente, guardan relación
con la jornada de trabajo y los salarios a cobrar por el trabajo realizado.
Con el inicio
de la revolución industrial entra en caída el trabajo del artesano y con ello
en crisis su forma de organización. Aparece una nueva estructura organizativa,
los gremios.
Se trata de
organizaciones bastante secretas en sus inicios, de las que son excluidos los
maestros o patronos. Crean cajas de socorros mutuos y se preocupan de conseguir
empleo a sus asociados.
La construcción
de maquinarias y de grandes galpones para guardarlas, hizo crecer enormemente
la cantidad de trabajadores, quienes viven en condiciones miserables.
Es eso lo que
motiva la organización y el planteamiento de demandas a los patrones.
Por lo mismo y hasta más o menos el año
1800 existe prohibición a la asociación obrera, por lo que el funcionamiento de
las organizaciones que iban naciendo es ilegal.
Comenzó en
Inglaterra, siguió en Francia, cruzó a Alemania y luego por toda Europa.
Una nueva forma
de organización se desarrolla y sus gestores son el proletariado naciente.
DE MENOR A MAYOR LA LUCHA DE LOS
TRABAJADORES AVANZA
Los dueños del
capital y los Estados se dieron cuenta de que la prohibición a la organización
no se sostenía y comenzaron a entregar pequeños espacios, partiendo por derogar
las leyes que impedían dicha organización.
Los
trabajadores superaron las limitaciones de la organización mutual. No servía
pensar solo en ayuda por enfermedad o muerte, había que enfrentar al capital
que era el responsable de tales males. Según los grados de avance de la
revolución industrial fueron surgiendo los instrumentos que buscaban poner
freno al abuso.
Asociaciones de
socorros mutuos y en resistencia, asociaciones y federaciones por oficio e
industrias, cámaras sindicales, bolsas de trabajo y otras, hasta llegar a
grandes organizaciones por rama y la agrupación de las mismas en una sola
organización.
De la ayuda
mutua a la organización con demandas de mejorar las condiciones en que se
trabaja. Avances y retrocesos, pero todo unido por las cuestiones de fondo.
El proletariado
naciente aspira a conseguir condiciones dignas de trabajo.
Jornada de 8
horas, protección por enfermedad y defunción, terminar con el trabajo de los
niños, vivienda y condiciones de salubridad adecuadas, entre otras.
Para todos es
claro que la única manera de terminar con la explotación es la organización, ya
no solo nacional, debe también cubrir otros países. Y logran crear los
instrumentos.
La voracidad
del capital hace que sean muchos los intelectuales que apoyen las demandas de
los trabajadores y promuevan, según sus visiones, los caminos y los
instrumentos para terminar con el abuso del capital, siendo las ideas
imperantes las socialistas.
Muchas veces no
hay acuerdos entre las distintas instancias e instrumentos de trabajadores que
se construyen. Hay fuertes discusiones, quiebres e incluso expulsiones.
Cabe hacer
notar que hasta ese momento el problema está más por quien encabeza y en qué
condiciones las luchas que hay que dar, que en si se debe acabar o no con el
capitalismo.
Es casi unánime
el rechazo al capital y su secuela de daños y sin embargo las distintas
organizaciones no logran ponerse de acuerdo en un camino e instrumentos, sino
únicos, al menos coincidentes. Aun así, hay un gran momento que levanta las
fuerzas sindicales y las hace cuestionar con mucha más fuerza a los gobiernos e
incluso lograr de estos concesiones impensadas.
Ese gran
momento es la lucha por la jornada de 8 horas que culmina en una primera etapa
en 1886.
Es tal el
avance en las fuerza obreras, que se reactiva la organización internacional y
se instituye el Día Internacional de los Trabajadores y algunas décadas después
el Día Internacional de la Mujer.
No obstante, es
el tiempo en que las organizaciones sindicales comienzan a depender de las
decisiones que toman partidos políticos y en cierta forma se transforman en
apéndices de los mismos. Todo esto culminará lamentablemente en la constitución
de organizaciones internacionales según las orientaciones políticas y/o
religiosas.
Mientras los
trabajadores y sus organizaciones no logran ponerse de acuerdo y frenan su avance, los gobiernos si lo hacen.
Comienza a reflejar su preocupación bajo el rótulo de “la cuestión social” y
promueven las primeras normas sobre seguridad social en el trabajo, que
aparecen en Alemania en 1883 y desde 1890 se extienden hacia otros países de
Europa
CONTINUA EN EL PROXIMO PULSO SINDICAL
MANUEL AHUMADA LILLO
Pressidente C.G.T CHILE