PULSO SINDICAL Nº 391 DEL 01 AL 15 DE ENERO DE 2020
CHILE DESPERTO
Muchos
trabajadores han demandado una opinión de su organización sindical, respecto de
lo vivido en el país desde el 18 de octubre de 2019 y los hechos posteriores.
Es
lo que intentaremos explicar desde nuestra visión como organización de
trabajadores.
Como
es sabido, días antes del 18 de octubre comenzaron las acciones de evasión en el
Metro producto de una nueva alza en el valor del pasaje de la locomoción
colectiva, jornadas impulsadas por los estudiantes y las que se fueron sumando trabajadores y
personas de la tercera edad.
Lo
que vino después es conocido por todos, se le llama “estallido social” y
refleja la protesta de la población contra la desigualdad y la discriminación,
estallido que se hizo presente con las más diversas formas e instrumentos y que
llevó incluso al gobierno a sacar los militares a la calle, intentando
recuperar “su orden social” lo que aún están lejos de conseguir. La masividad
de las protestas y el posterior toque de queda en casi todas las regiones del
país, llevó a la población en general a cambiar sus hábitos en cuanto a llegada
y duración de la jornada de trabajo, transporte, compra de alimentos y vida
social.
Los
trabajadores organizados (no más del 15% real de la fuerza de trabajo)
desarrollaron diversas iniciativas para responder a la situación. Asambleas
informativas, atrasos colectivos, exigencias de transporte y pagos adicionales
por cambios de turno, e incluso en los primeros días muchos no asistieron a sus
lugares de trabajo por no contar con condiciones mínimas. La organización
permitió que no hubiera descuentos.
Los
llamados a protestas y paros tuvieron gran participación, más que todas las
anteriormente realizadas en años anteriores, aunque pese al esfuerzo no hubo
una paralización real y total en el país, siendo particularmente notoria por un
lado la resistencia a paralizar en grandes empresas productivas privadas y
públicas, así como una adhesión mayoritaria pero pasiva de los trabajadores
públicos, que además estaban desarrollando su negociación anual con el
gobierno.
Particularmente
importantes fueron las masivas marchas en casi todas las ciudades del país así
como el nivel de autodefensa y resistencia a la represión policial, que devino
en millares de heridos incluso a balas, perdidas parciales y totales de la
visión en cientos de manifestantes y miles de detenidos, en su gran mayoría
jóvenes. Muchos son los que hasta hoy se encuentran encarcelados muchos de ellos
por desórdenes públicos más la consiguiente carga de delitos que es común en la
policía, para evitar su pronta libertad.
Paradojalmente,
la mayoría de los policías y uniformados acusados de graves violaciones a los
derechos humanos está en libertad con medidas cautelares mínimas, lo que deja a
la vista el criterio dispar, aunque no por ello anormal, con el que actúa la
justicia.
Nada
ha terminado, dicen las declaraciones de las diversas organizaciones sociales y
políticas que se confrontaron a la dictadura civil que nos gobierna y aunque
las movilizaciones han bajado en masividad, en caso alguno están extintas.
Chile
despertó y ya nada será lo mismo, lo que se refleja en la valentía con que
llevaron adelante su huelga los trabajadores de Banidotti en Puerto Montt, los
paros en Santiago y Punta Arenas, así como las decenas de constituciones de
sindicatos y la presentación de proyectos de contrato colectivo.
Como
algo pendiente queda la construcción del instrumento unitario, amplio, abierto
y por sobretodo moralmente validado, para conducir el descontento. Todos los
actores deberemos hacer los análisis que expliquen porque, pese a todo lo que
nos une y tenemos en común, no pudimos construir una organización que hubiese
dado dirección a las marchas, protestas, cortes de calle, paralización de
empresas privadas y servicios públicos.
Fue
esa carencia la que posibilitó la toma de aire a un régimen debilitado y la
construcción de una salida pactada por las élites.
EL SISTEMA ACTUA PARA MANTENERSE
Los
saqueos y otras acciones, que aún no son del todo aclaradas pero que fueron sobre
difundidas por los medios de comunicación, con el único objetivo de demonizar
la protesta social, no pudieron romper la decisión del pueblo alzado que
demandaba cambios lo que llevó a las diferentes fuerzas políticas a buscar
alguna salida que descomprimiera la situación.
Es
así que el 12 de noviembre TODOS los partidos de oposición concluyeron, en una
declaración pública, que “la ciudadanía movilizada ha corrido el cerco de lo
posible”, rechazaron la pretensión del gobierno de instalar un “Congreso
Constituyente” y consideraron que “el camino
para construir el futuro es Plebiscito, Asamblea Constituyente y Nueva
Constitución”.
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partidos políticos de oposición suscribieron esta declaración que, aunque no
respondía a las profundas demandas de la población alzada, recogía la exigencia
popular levantada desde el mismo momento en que se impuso la Constitución
Pinochetista, Nueva Constitución.
Después
de decenas de años, toda la oposición a la derecha liberal y pinochetista se
unía en torno a una demanda nacional. Nueva Constitución elaborada por una
Asamblea Constituyente.
Peligraba
toda la construcción neoliberal y este intento de desestabilización, que ponía
en riesgo los intereses del gran capital, debía ser detenido a como diera
lugar.
Será
tarea para los observadores determinar cómo se fraguó el plan del gobierno que
culminó con la suscripción del “acuerdo por la paz social y la nueva
constitución”, porque es claro que esto se preparó en las más altas esferas.
¿Se
habrá llamado a los partidos de la oposición para decirles que su exigencia era
desmesurada, que si persistían en esa actitud se podrían venir de nuevo los
milicos?
Se
habrá consensuado una nueva constitución entre los traidores de siempre y la
derecha, o simplemente algunos de los firmantes del 12 de noviembre tiraron
para atrás los caballos, asustados de lo que podría venir y que en ningún caso
ellos podían controlar?
Algo
pasó que explica que 3 días después de exigir plebiscito, asamblea
constituyente y nueva constitución, 7 de los partidos de oposición (PDC, PS,
PR, PPD, REV.DEM., LIBERAL Y COMUNES) más
un tipo que corrió con colores propios, decidan cambiar lo del 12 de noviembre
– que no era todo lo que el pueblo demandaba en las calles pero se veía como un
buen inicio – y de acuerdo con la derecha acuerdan un plebiscito para consultar
si se quiere o no Nueva Constitución y un mecanismo que llaman Convención
Constitucional, ya sea Mixta o Constituyente, para que prepare dicha constitución.
Y
todo no terminó ahí.
Luego
se enfrascaron en una discusión sobre paridad de género, cupos para pueblos
originarios y espacios para los independientes, cuestiones que pasaron por alto
ante la premura con la que suscribieron el acuerdo.
El
tiro de gracia a los suscriptores del acuerdo lo han dado el 7 de enero de 2020
la abrumadora mayoría de senadores de la UDI y Renovación Nacional (con la sola
excepción del “futuro candidato” Ossandon), quienes han expresado su decisión de marcar RECHAZO a una nueva Constitución en
el plebiscito que se realizará el próximo 26 de abril, mismo paso que luego han
dado la mayoría de los diputados de ambos partidos y que seguro seguirán
senadores y diputados de EVOPOLI ya que, según la mayoría de los derechistas,
no están dadas las condiciones de paz social como para que se pueda avanzar
hacia una nueva Constitución.
Resumiendo,
el 12 de noviembre la oposición acordó expresar públicamente su demanda de
Plebiscito, Asamblea Constituyente y Nueva Constitución. El 15 de noviembre
parte de la oposición resuelve acordar con la derecha un itinerario para una
nueva Constitución pero renuncia a la Asamblea constituyente y finalmente el 7
de enero la derecha manda a la punta del cerro el acuerdo y mayoritariamente
decide votar RECHAZO El 26 de abril.
¿QUE CAMINO DEBEMOS SEGUIR LOS TRABAJADORES?
Lo
primero que debemos tener claro es que los estallidos sociales no comenzaron el
18 de octubre de 2019. Decenas han sido los casos de explosión social,
gatillados por el abuso del capital y las deplorables condiciones en que vive y
se desenvuelve el grueso de la población el grueso durante mucho más de un
siglo.
Invariablemente
la respuesta a esos estallidos fue el acuerdo político de las elites y las
balas disparadas por el ejército, la marina y los carabineros. Lo sucedido en
esta última rebelión popular es la respuesta del capital, a las demandas
desesperadas de mayor equidad y justicia de grandes capas desprovistas de lo
mínimo para llevar una vida digna.
Ninguna
Constitución dará respuesta a las aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos,
mientras no sea elaborada por una asamblea Constituyente y plebiscitada para
que el pueblo soberanamente se pronuncie.
La
que se pretende construir a contar del 27 de abril de 2020 no será la excepción
a la regla, simplemente porque fue acordada a espaldas del pueblo, el que
tendrá poco o ningún espacio para exponer que tipo de Constitución es la que
quiere.
Seguidamente
debemos hacernos cargo de nuestras carencias y déficit que son los que han
posibilitado que el capital nos ponga el pie encima.
Lo
que nos está imponiendo el sistema es fruto de nuestras limitaciones y/o
incapacidades para construir organización social en todos los espacios en los
que se pueda hacer.
Para
ganar la pelea contra el sistema capitalista que nos asfixia requerimos de
organizaciones vivas, con direcciones revocables si se apartan del objetivo
trazado, capaces de interactuar en todos los terrenos.
Los
barrios, colegios y universidades, las empresas e instituciones privadas y
públicas deben construir instrumentos de organización capaces de educar a la
población, con el fin de llevarla hacia el objetivo de construcción de la nueva
sociedad, que por ahora podemos llamar digna y justa. Solo la organización de
millones puede desbancar a este modelo impuesto por los milicos y validado por
la derecha y la social democracia.
Este
es el cuadro en que nos sorprende el llamado a Plebiscito y debemos responder a
la pregunta que deben estar haciéndose millones:
¿Debemos
o no participar del proceso que se avecina? Si tomamos en consideración la
principal demanda levantada en la década de los 80 del siglo pasado, la
respuesta es SI.
Nadie
puede olvidar que una de las exigencias, además del término de la dictadura,
era Nueva Constitución. Podrá argüirse, y con justa razón, que las condiciones
han cambiado, pero hasta ahora nunca hemos renunciado a esta demanda.
Es
cierto que la exigencia de Asamblea Constituyente fue negociada por los 7
partidos de la vergüenza, pero no podemos olvidar que la mayoría de esos
partidos desde hace ya mucho tiempo se entregaron a las decisiones del capital.
La
población, los trabajadores, deben pronunciarse el próximo 26 de abril y tienen
a lo menos 3 alternativas para cuando llegue ese día.
*
ABSTENERSE y no participar del proceso o ANULAR el voto. Todo indica que a esa
fecha la participación será voluntaria, por lo que queda entregada a la
conciencia de cada uno el cómo responder a lo que se está preguntando.
*
Votar APRUEBO a la consulta sobre una nueva constitución y en el otro voto que
se les presentará marcar AC (por asamblea constituyente).
*Votar
RECHAZO es una opción válida que nadie tiene derecho a cuestionar, pero irá en
línea con la derecha y puede llevar a un resultado que implique la mantención
de la Constitución pinochetista, maquillada por los gobiernos de la
Concertación.
Conminado
a expresar adhesión a una opción mi opción en participar del proceso y votar
APRUEBO, sin que esto implique abandonar las banderas que levantamos.
LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE
Nosotros
debemos poner el acento en lo verdaderamente importante y eso no estará en
juego el próximo 26 de abril.
Cualquiera
sea la nueva Constitución que en definitiva se apruebe, no va a responder a las
demandas mayoritarias de la población y esas demandas seguirán marcando nuestro
accionar. Reitero: la forma, el mecanismo, el instrumento para instalarla en
las conciencias de los ciudadanos se llama organización y debemos redoblar los
esfuerzos en esa dirección.
En
cada espacio que existe o que se construya a futuro, deberemos construir y/o
reactivar y validar las plataformas de lucha toda vez que las mismas son
reflejo del sentir mayoritario de la población, además de trabajar por la
unidad de las diferentes fuerzas contrarias al capital y al neoliberalismo.
Hay
muchas demandas que interpretan al conjunto de la población, como son la
propiedad del Estado sobre las riquezas del suelo y del subsuelo, el derecho
garantizado a la salud, establecer a la previsión y la seguridad social como
obligaciones ineludibles del Estado en las que no debe existir presencia de
capitales privados, solo por nombrar algunas.
Queremos
una Constitución con estas características y eso no será posible en las
actuales condiciones, por eso el desafío principal es prepararnos para lo que
viene, porque en caso alguno la lucha culmina el 26 de abril de 2020.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente Central
Clasista de Trabajadores
Secretario C.G.T.
CHILE