PULSO SINDICAL DIARIO DE LA CGT CHILE
11 septiembre de 2023
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"..Yo le pedí un vaso de agua no niego que me lo dio pero como se da al perro el resto que le sobró.."
canta Saiko
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REMEMORANZAS XV –
50 años del golpe militar – 1973 – 2023
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1.- Las calles están casi vacías a las 3 de la tarde del 11 de septiembre. La gente camina apresurada mirando de reojo. Nadie es amigo de nadie en este momento.
Hay algunos detenidos en el CEMI, me dice un amigo al pasar, los llevaron a la Escuela Infantería. Se habla ya de los primeros allanamientos. Debo llegar al lugar fijado lo antes posible para chequear informaciones.
El toque de queda comenzará a las 6 de la tarde. Tenemos poco tiempo.
Vehículos militares pasan interminablemente por las calles, los soldados miran hacía los techos, el dedo listo en el gatillo, el enemigo sigue sin aparecer. ¿ Contra quien se estará luchando esta guerra ?.
Sin grandes dificultades di con la casa asignada. Ya estaban allí dirigentes del Comité Local del Partido y de la Juventud. Se conversaba sobre lo sucedido en las últimas horas. El dolor y la rabia reflejados en los rostros. La preocupación era grande al no tener noticias de lo que sucedía en el país, salvo lo que se estaba informando en los bandos militares.
Todo es un caos. Se habla de militares leales, quienes al mando del general Prats estarían resistiendo el golpe de estado. Alguien menciona que aquí en San Bernardo no todos los militares llevaban el brazalete que distinguía a los golpistas. Nos aferrábamos a cualquier posibilidad, queremos creer todavía que los que habían jurado defender la Constitución son mayoría y derrotarán a los sublevados.
Las comunicaciones están cortadas. El último en llegar cuenta que en algunas poblaciones se escuchan tiros y que incluso se habla de la posibilidad de bombardeo a algunos barrios.
2.- Todo está sin confirmar, la ola de rumores y comentarios es, a estas alturas, una gran bola de nieve que seguirá creciendo con el correr de las horas. A las 6 de la tarde comenzó el toque de queda. El silencio solo era roto por las nóminas de miembros del gobierno depuesto que son llamados a presentarse en recintos militares.
Llegan a nuestros oídos algunos disparos. Alguien no alcanzo a llegar antes del toque de queda a su casa, dice un compañero.
Las voces comienzan a acallarse a medida que llega la noche. La conversación ya es solo un susurro. Para que más si las miradas lo dicen todo. Fue derrocado cruentamente el gobierno del pueblo, de los trabajadores, nuestro gobierno y aquí estamos, impotentes, mientras la sombra de la muerte recorre el país de punta a punta.
Frente a la casa que nos ha acogido, está la cárcel de San Bernardo. Durante la noche, de manera interminable, desde camiones militares, “juanitas” de carabineros y camiones del SIDUCAM, bajan a decenas de personas, esposadas o amarradas, a quienes se obliga a ingresar corriendo al recinto. Debían ser sin duda “los soldados enemigos” a los que se refería la radio.
Estos “enemigos del orden interno“ no lucen uniforme ni cargan armas o algo parecido. Solo son trabajadores que no alcanzaron a salir de sus lugares de trabajo, u oficinistas que no lograron sortear las patrullas antes de llegar a sus hogares.
Salimos al patio a tomar aire y aprovechamos de quemar algunos carné rezagados y papeles que pudieran comprometer a alguno de los que allí estamos. Tengo en las manos mi insignia de la BRP pero me resisto a arrojarla al fuego. Tanto que me había costado ganarla y ni siquiera alcancé a pegarla en mi casaca de pintor. La llevaré conmigo hasta el momento en que pueda volver a usarla, decido.
Semanas después, en el Chena, la encontré doblada al fondo del bolsillo del pantalón. El Conejo Gonzalez me obligó a comérmela. Ni siquiera pude escupir la tinta.
El cielo lloró la noche del 11 de septiembre de 1973. Cubrió su enorme espacio estrellado con un negro luto de nubes. Eran sin duda lagrimas en memoria de quienes cayeron en defensa del gobierno popular. Ya no seríamos los mismos. Probablemente ni siquiera volveríamos a vernos.
Ignorantes del futuro que se nos deparaba, nos dispusimos a dormir.
*Del libro Cerro Chena Testimonio
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MANUEL AHUMADA LILLO PRESIDENTE DE CGT CHILE
Nuestra fuerza la Unidad
Nuestra meta la Victoria
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